En uno de los cursos de CNV que imparte Marshall
Rosenberg, una alumna que trabajaba como voluntaria en un banco de alimentos se
quedó boquiabierta cuando oyó a una compañera
suya de más edad que, desde detrás de un periódico, exclamaba: “Lo que
hace falta en este país es que se vuelva a penalizar el nacimiento de hijos
ilegítimos”.
La reacción habitual de esta mujer ante una declaración
como aquella habría sido guardar silencio, juzgar a su compañera con severidad,
pero no hacer ningún comentario o, en todo caso, guardarse la reflexión para
meditarla cando estuviese sola. Sin embargo, en aquella ocasión se dio cuenta
de que eso podía ser una buena oportunidad para poner en práctica lo que había
aprendido en los cursos de CNV, y poder comprobar su efecto en una conversación
cotidiana.
La alumna tantea la suposición que hacía con respecto a
la observación de su compañera y agrega:
Alumna : ¿Qué lees? ¿Es la noticia sobre las
adolescentes embarazadas?
Compañera: ¡Por supuesto! Mira lo que te digo: si yo
hubiera hecho algo así, mi padre me habría matado.
Alumna: O sea, que eso te recuerda lo que les
pasaba a las chicas de tu generación cuando quedaban embarazadas.
Compañera: ¡Claro! Sabíamos lo que nos esperaba. Y esto
nos daba miedo todo el tiempo, algo que no les ocurre a las chicas de hoy.
Alumna: ¿Te molesta que las chicas de hoy en día
que quedan embarazadas no teman el castigo?
Compañera: ¡Bueno, por lo menos el miedo y el castigo
funcionaban! Aquí dice que hay chicas que se acuestan con diferentes hombres
sólo para quedar embarazadas. ¡Ya ves, ellas tienen los niños, y nosotros, la
sociedad, pagamos!
Johanna Black |
Alumna: ¿Te sorprende ver que ahora hay chicas
que quieran quedar embarazadas y no les importe la reputación, las
consecuencias, la estabilidad económica y todo lo que en tu tiempo tenía tanta
importancia?
En casos como este, en los que la persona que escucha
presta atención y hace comentarios en relación a uno de los dos pensamientos
expuestos, suele ocurrir que la persona que habla se centre en aquellos sobre
los que no se ha prestado atención. En este caso, la compañera se centra en el
sentimiento de molestia.
Compañera: Si, y adivina quién acaba pagando.
Alumna: Parece que lo te da más rabia es que se
utilice para esos fines el dinero de los contribuyentes ¿es así?
Compañera: Así es. ¿Sabes que a mi hijo y a mi nuera les
gustaría tener un segundo hijo, y han decidido no tenerlo de momento por el
dinero que les costaría mantenerlo a pesar de que trabajan los dos?
Alumna: Veo que eso es lo que más te entristece
y que te encantaría tener otro nieto…
Compañera: Si, y no solo por mí.
Pese a que la alumna no adivinaba más que a medias las
preocupaciones de su compañera, no dejó que se interrumpiera la corriente de
empatía y le dio la oportunidad de que compartiera su inquietud.
Alumna: Quizá deseas que tu hijo tuviera la
familia que le gustaría tener...
Compañera: Si, a mí me parece que ser hijo único es
triste.
Alumna: Ya comprendo, te gustaría que tu nieta tuviera
un hermanito.
Compañera: Si, sería muy bueno.
Al llegar a este punto, la alumna notó que su compañera
se sentía más tranquila. Hubo un momento de silencio. La alumna se sorprendió
al descubrir que, aun cuando hubiera querido expresar sus opiniones, se habían
desvanecido por completo la urgencia y la tensión. Ya no se sentía enfrentada a
su compañera. Comprendía los sentimientos y las necesidades que su compañera
había expresado con sus palabras, y ya no tenía la sensación de que las dos
estaban en mundos diferentes.
Alumna: ¿Sabes una cosa? Cuando te oí decir que “Lo
que hace falta en este país es que se vuelva a penalizar el nacimiento de hijos
ilegítimos”. (Observación), la verdad es que me asusté (Sentimiento), porque me
parece que aquí todos debemos ayudar a los necesitados (Necesidad). Aquí vienen
algunas adolescentes que tienen hijos (Observación), y me gustaría que se
sintieran bien recibidos (Necesidad). ¿Quieres decirme qué sientes cuando adolescentes
como María o Lara vienen con su novio al banco de alimentos? (Petición)
En este caso, la alumna se había expresado con el
lenguaje de la CNV, usando las cuatro partes del proceso: Observación,
Sentimiento, Necesidad y Petición.
El diálogo prosiguió hasta que la alumna estuvo
completamente segura de que su compañera brindaría ayuda y guardaría el debido
respeto a todos los adolescentes solteros que acudían a ese lugar. Y todavía
más importante, lo que consiguió fue una nueva experiencia en lo que se refiere
a expresar desacuerdo sin violentar la sinceridad ni el mutuo respeto.
En cuanto a su compañera, se quedó satisfecha por haber
sabido expresar la inquietud que le producía el hecho de que hubiera tantas
adolescentes embarazadas. Así pues, las dos partes se sintieron comprendidas, y
la relación habría podido deteriorarse a partir de aquel momento, lo cual
habría sido perjudicial para el trabajo que querían hacer en común: cuidar y
ayudar a la gente.
Fuente: Comunicación No Violenta: Un lenguaje de vida - Marshall B. Rosenberg (pag. 70-73)
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