Elizabeth F. Loftus es una matemática y psicóloga
que trabaja en el campo de la memoria humana y cómo ésta puede ser modificada.
Sus experimentos han proporcionado información sobre aquellos eventos que, en
palabras de la autora, inducen a ‘falsos recuerdos’. A partir de la revisión de
sus estudios, nos animamos a hacer algunas reflexiones en cuanto al tema.
El trabajo de E. Loftus se centra, no solo en
lo que olvidamos, sino cómo recordamos cosas que no ocurrieron, o el recuerdo
de cosas distintas al hecho “real” y cómo ha acontecido.
Mucha gente cree que la memoria funciona como
un dispositivo de grabación. “Sólo es necesario grabar la información, luego
buscarla y reproducirla”. Sin embargo, décadas de trabajo en el campo de la psicología
han demostrado que esto no es así. Nuestros recuerdos son reconstructivos. La
memoria funciona como una página de
Wikipedia, puedes ir y cambiarla, y también pueden hacerlo otros.
Los estudios de Loftus brindan un ejemplo en
cuanto a esto:
¿’Un’ faro o ‘el’ faro? Loftus descubrió a través de un experimento que un simple
artículo puede cambiar los recuerdos. Sometió a un grupo de sujetos a la visión
de un accidente. Si el investigador les preguntaba si había «un faro roto», los
testigos negaban haberlo visto. Sin embargo, si se les preguntaba por «el faro
roto» confirmaban su existencia, aunque en realidad, no había ningún faro roto
en la simulación.
¿El coche
chocó o se estrelló?. - En el experimento, se
preguntaba asimismo a las personas que habían observado el accidente de coche:
- ¿A qué velocidad cree que iba el coche que
usted acaba de ver en las imágenes en el momento del accidente?;
Posteriormente, se hacía la misma pregunta a
otro grupo de personas que había visto las mismas imágenes con un ligero cambio:
- ¿A qué velocidad cree que iba el coche que
usted acaba de ver en las imágenes cuando chocó?
Y, por último, se hacía una tercera pregunta a
otro grupo de participantes en cuanto al mismo accidente:
- ¿A qué velocidad cree que iba el coche que
usted acaba de ver en las imágenes cuando se estrelló?
Los testigos del segundo grupo decían que los
coches iban más rápido que los testigos del primer grupo, y los observadores del
tercer grupo se inclinaron, incluso, a decir que vieron cristales rotos en la
escena del accidente, cuando no había ninguno en absoluto. Las claves
introducidas en las preguntas marcaron la diferencia en cuanto a la percepción, como por ejemplo, si
el coche chocó o se estrelló.
También se ha comprobado que cuando las
personas están bajo situaciones estresantes, si además se les alimenta con
información sugestiva que puede insinuar cosas que realmente no ocurrieron,
como puede ser el caso de un niño bajo el efecto de un interrogatorio
"agresivo", "abusivo" u "hostil" por parte de un
adulto durante cierto lapso de tiempo, han llegado a identificar erróneamente a
alguien que ni remotamente se parecía al sujeto verdadero.
Estos estudios demuestran que cuando a las
personas se les proporciona información “incorrecta” acerca de alguna experiencia
pasada, se puede distorsionar, contaminar o cambiar un recuerdo.
En el mundo real, la información es variada y
masiva y –paradójicamente- la desinformación está en todas partes. Recibimos “desinformación”
no sólo a través de preguntas sugestivas, sino también cuando hablamos con
otros observadores que, consciente o inconscientemente, nos facilitan
información errónea acerca de algún evento que hemos experimentado.
Tras estos descubrimientos se ha podido
comprobar que se pueden implantar “falsos recuerdos”, lo que tiene repercusiones
que afectan el comportamiento mucho tiempo después que el recuerdo sea
asimilado.
La mayoría de la gente aprecia sus recuerdos,
sabe que representan su identidad, quiénes son, de dónde vienen, pero como
resultado de estas investigaciones se sabe que detrás de estas creencias puede
esconderse cierta ficción.
La investigación de E. Loftus viene a señalar
algo que ha sido históricamente un tema de estudio de muchas ramas del
conocimiento, habla acerca de la forma en la que percibimos –de manera
diferencial y en un juego constante con “la realidad”- los sucesos de los que
somos testigos. Así, de alguna forma, no podemos fiarnos de saber distinguir
los recuerdos “falsos” de los “verdaderos”.
E. Loftus realizó un experimento para
explorar la diferencia entre cambiar un detalle o varios en una memoria intacta
y, por otro lado, implantar una “falsa memoria” o un hecho que nunca ocurrió.
El grupo experimental estaba conformado por personas de edades comprendidas
entre los 18 y los 53 años,
a quienes se les intentó
implantar el falso recuerdo de haberse
perdido en un centro comercial o en un gran almacén cuando tenían la edad de
cinco años. Se utilizó material real ocurrido en sus vidas a esa edad,
proporcionado por padres, hermanos o familiares cercanos. Se preparó un
documento para cada participante que contenía historias, de un párrafo cada
una, de tres situaciones que les habían ocurrido y se incluyó una historia que
no les pasó. Se creó una situación falsa utilizando información de una salida
de compras plausible proporcionada por un familiar, quien también informó que
el participante nunca se perdió en una situación similar a los cinco años. El escenario
incluía elementos como: estar perdido durante un periodo relativamente largo de
tiempo, llantos, ayuda y consuelo por parte de una mujer anciana y, finalmente,
el reencuentro con la familia. Al final del experimento, el 29% de los
participantes recordaban parcialmente o completamente la situación falsa
construida para ellos. Este experimento demuestra que existe una forma de infundir falsas memorias y
nos da una idea de cómo esto puede estar ocurriendo en la vida real.
Es muy poco probable que un adulto pueda
recordar auténticos recuerdos episódicos desde el primer año de vida, en parte
debido a que el hipocampo, que juega un papel clave en la creación de
recuerdos, no ha madurado lo suficiente como para formar y almacenar recuerdos
duraderos que se puedan recuperar en la edad adulta.
“En el caso de los niños menores de seis años
los procesos de control de la realidad no se han desarrollado del todo y son
más vulnerables a que sugerencias de información se incorporen a su mente como
vivencias”, explica el profesor Antonio L. Manzanero, experto en Psicología del
Testimonio y profesor de la Universidad Complutense. Sin embargo, “ya que los
falsos recuerdos no solo se dan por inducción sino por errores de los propios
procesos normales de memoria, también pueden producirse en la edad adulta”.
Este efecto fue demostrado en un estudio
realizado por Saul M. Kassin y sus colegas de la Universidad de Williams, quienes
investigaron sobre este tema a través de las reacciones de los participantes de
su estudio, falsamente acusados de dañar un ordenador al pulsar una tecla
equivocada. Los participantes (inocentes) negaron inicialmente la acusación,
pero cuando un cómplice de los experimentadores aseguró haberles visto realizar
la acción, muchos de los participantes confirmaron que sí lo hicieron, aun
cuando no había sido así en realidad.
Este tipo de investigaciones brindan una
comprensión de cómo se crean falsos recuerdos. En primer lugar, hay demandas
sociales sobre los individuos a tener en cuenta; por ejemplo, los
investigadores ejercen cierta presión sobre los participantes durante el
experimento para llegar a generar los recuerdos. En segundo lugar, la
construcción de la memoria y los acontecimientos por medio de la imaginación se
puede fomentar de manera explícita cuando las personas están teniendo problemas
para recordar. Y, por último, los individuos pueden ser alentados a no cuestionarse
si sus construcciones son reales o no. La creación de falsos recuerdos ocurre
con más probabilidad cuando estos factores externos están presentes, y su
ocurrencia en el entorno experimental nos habla de cómo puede darse este hecho
en la vida cotidiana de una persona. No obstante, aún queda por avanzar en la
investigación para tener datos más concretos acerca de las características que
definen a personas que son particularmente susceptibles a esta forma de
sugestión, así como de las que son más resistentes frente a ella.
Este tipo de investigaciones plantean, sin
duda, un amplio escenario de reflexiones. Vivimos y somos en un contexto
social, donde la mutua influencia es parte de la naturaleza humana. Quizá lo
más importante en este sentido, dados los datos arrojados por los distintos
estudios en relación con la memoria, es que seamos sensibles ante el hecho de
cómo influimos en las construcciones de los demás, en su narrativa
autobiográfica y en la forma en la que se puede incorporar información ajena a la experiencia personal. En
esta línea, cabe asimismo una reflexión acerca del manejo que hacemos de la
información. En un mundo en donde la información se multiplica cada día, el
manejo de la misma pasa a ser un tema de supervivencia y adaptación, de manera
que esto pueda enriquecer las vivencias en lugar de acallar la individualidad
de las mismas generando, de manera paradójica, un estado de desinformación.
Fuente:
-
Ted Global – Elizabeth Loftus: la ficción de
la memoria
-
Scientific American –
1997 – Creating False Memories – Elizabeth F . Loftus –University of Washington
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