«Lo que hacen otros puede ser el estímulo
de nuestros sentimientos, pero no la causa»
M. Rosenberg
Hasta ahora, hemos visto los dos primeros componentes de la
CNV. El primero se centra en la observación de lo que ocurre en una situación
dada, en qué dicen y/o hacen los demás, identificar la emisión de juicios y
evaluación de la situación, así como qué cosas de las que observamos nos gustan
y cuáles no. El segundo se centra en el sentimiento que nos provoca dicha
situación, qué emoción nos produce, cómo nos sentimos al respecto.
En este post, hablaremos del tercer pilar de la Comunicación
No Violenta, adentrándonos en qué es lo que conecta los sentimientos con
nuestra necesidad real, así como los aspectos que nos ayudan a identificar qué moviliza
dicha necesidad.
Las necesidades están en la raíz de nuestros sentimientos.
Todos los juicios, críticas, diagnósticos e interpretaciones que realizamos de
los demás, suelen ser expresiones de nuestras propias necesidades.
Si alguien nos dijese: "Tú no me entiendes", es
posible que lo que nos esté diciendo en realidad es que "su necesidad de
ser comprendido no está satisfecha".
De manera muy frecuente, cuando manifestamos nuestras
necesidades de manera indirecta y nos valemos de evaluaciones y/o
interpretaciones, es probable que los demás perciban críticas en nuestras
palabras y respondan con una actitud defensiva a modo de contraataque. Sin
embargo, en la medida que seamos capaces de conectar nuestros sentimientos con
nuestras necesidades, aumentarán las posibilidades de que los demás respondan a
ellas de manera más empática y comprensiva.
En esta fase, pues, es importante identificar el origen de
nuestros sentimientos, conocer cómo solemos recibir los mensajes y cuál es el
estilo que predomina en nuestra forma de reaccionar ante ellos.
Lo que hacen y/o dicen los demás puede ser el estímulo, pero
no representa la causa de nuestros sentimientos. Éstos son el resultado de la
actitud con la que recibimos lo que dicen o hacen los demás, así como de la
intermediación de nuestras necesidades y expectativas en ese momento.
Normalmente, nos suele ocurrir que estamos mejor preparados
para identificar y analizar los defectos que percibimos en los otros que para
expresar con claridad cuáles son nuestras propias necesidades.
Existen cuatro opciones en cuanto a la manera en la que
podemos recibir un mensaje negativo:
Culpándonos. Esto ocurre cuando nos tomamos el mensaje de manera
personal, captando en él acusaciones y críticas. Esta opción vulnera nuestra
autoestima pues nos lleva a sentirnos culpables, avergonzados, deprimidos...
Mensaje:
"Eres la persona más egocéntrica que he conocido en mi vida"
Respuesta:
"Si, es verdad, debería ser más sensible con los demás"
El mecanismo básico para motivar a alguien a través de la
culpa consiste principalmente en atribuirle la responsabilidad de los propios
sentimientos: "Papá y mamá están muy
tristes por las malas notas que sacaste". De esta forma, se está
comunicando de manera encubierta que sus malas notas del hijo son la causa de la
infelicidad de los padres. Los niños que aceptan tal responsabilidad y
modifican su comportamiento de acuerdo con los deseos de sus padres, no actúan
de manera espontánea, sino que lo hacen para evitar sentirse culpables.
Culpando a otros. Se suele optar por esta opción cuando se siente rabia, ira,
cuando se devuelve el mensaje “como si fuese una pelota que quema”.
Mensaje:
"Eres la persona más egocéntrica que he conocido en mi vida"
Respuesta:
"Tú sí que eres el egocéntrico, no tienes derecho a decirme eso"
Percibiendo nuestros propios sentimientos y necesidades. Esta
alternativa se da cuando tomamos conciencia de nuestros sentimientos y
necesidades y lo expresamos de manera asertiva. Recordemos en este punto, que
la comunicación asertiva implica no sólo expresar con claridad nuestras
sensaciones y pensamientos sino, además, poder transmitir al otro desde una
posición de respeto lo que esperamos de él.
Mensaje:
"Eres la persona más egocéntrica que he conocido en mi vida"
Respuesta:
"Me duele que digas eso, porque me gustaría que reconocieras los esfuerzos
que hago para tener en cuenta tus preferencias"
Percibiendo los sentimientos y necesidades de los otros. Esta fase
suele darse cuando, siendo consciente de nuestros propios sentimientos y
necesidades, vamos un paso más allá intentando comprender qué es lo que consideramos
que siente y necesita nuestro interlocutor a través del mensaje que nos
transmite.
Mensaje:
"Eres la persona más egocéntrica que he conocido en mi vida"
Respuesta:
"Creo que te sientes herido porque quizás te gustaría que tuviese en
cuenta tus preferencias"
Lamentablemente, se nos ha educado de manera muy pobre en lo
que respecta a pensar en nuestras necesidades e identificarlas. El curso
biológico de nuestra evolución, inicia con la anticipación e interpretación por
parte de nuestro cuidador de nuestras necesidades cuando somos pequeños. Nuestra
indefensión ante el mundo en esta etapa, conlleva un sinnúmero de frustraciones
que se hacen intolerables sin la participación inmediata de otro. De esta
forma, la interacción con este otro dota de significado nuestra llamada de
atención y su acción está destinada a aliviar la frustración y cubrir la
necesidad de forma directa. A medida que el curso del desarrollo avanza, el
lenguaje entra en escena y se convierte en un mediador, haciendo la
satisfacción de las necesidades menos directa y condicionada a su expresión y
transmisión. La comunicación, así, mediatiza la manera en la que sentimos,
pensamos y transmitimos nuestra necesidad. La fantasía de que el otro pueda
adivinar o anticiparse a nuestra necesidad, viene de estos primeros momentos de
la vida en donde la frustración quedaba minimizada por la acción del otro, lo
que nos lleva a una búsqueda de esa satisfacción más primaria, de forma también
primitiva. El deseo de minimizar la frustración, el esfuerzo o la incomodidad
que nos produce la necesidad no satisfecha, nos lleva entonces a esperar que el
otro sea quien “descubra o descifre” nuestra necesidad, con la falsa creencia
de que “si para nosotros es evidente para el otro también ha de serlo”.
Hemos aprendido a creer que son los demás quienes se
equivocan cuando nuestras necesidades no son satisfechas, o deseamos de forma
regresiva que las "adivinen", sin necesidad de expresarlas. Parecemos
tener cierta "vergüenza" de expresar lo que nos gustaría satisfacer –y
muchas veces también cierto desconocimiento al respecto- y hacemos peticiones a
los demás de manera encubierta. Muchas veces la expresión asertiva de lo que
esperamos, necesitamos o deseamos, se asocia culturalmente a una actitud
egoísta, y dicho malentendido “egoísmo” está culturalmente penalizado, lo que
dificulta que nos comprometamos a hacer cambios en este sentido. Sin embargo,
en la medida en la que comencemos a reflexionar sobre ello y tomar conciencia
de cómo solemos actuar en este aspecto, abrimos espacio a nuevas perspectivas
que representan un gran paso hacia el cambio.
La experiencia muestra de manera inequívoca que, desde el
momento en el que las personas comienzan a conversar sobre qué necesitan, en
lugar de “actuar” su necesidad o basar el intercambio comunicativo sobre los mutuos
defectos, aumenta de manera considerable la posibilidad de que encuentren
maneras de satisfacer sus necesidades. Sin embargo, para que esto sea posible,
es necesario que nos demos el espacio y el permiso de preguntarnos qué
necesitamos de nosotros mismos, de la situación y del otro, así como qué
sentimientos están vinculados a la satisfacción o falta de respuesta ante dicha
necesidad.
Fuente:
Comunicación no violenta, un lenguaje de vida - Marshall B. Rosenberg, Ph.D.
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